Doctrinas de Schopenhauer a un lado, la mujer tiene también gr.^ndes empresas que realizar; no debe ser educada sólo para la sumisión y la vida doméstica. No es ya general afortunadamente la tendencia de mantener cerrada a la mujer en el estrecho coto del hogar; va comprendiéndose, y necesario es penetrar de ello a los incrédulos restantes, que ta mujer puede llenar destinos más altos que confeccionar un plato de cocina o remendar una prenda de ropa, sin que tamjoco abandone esto por denigrante, que no lo es, al contrarío. Li vida social le ofrece muchos caminos sin que de la familiar tenga que prescindir; pero para ent'-ar en ella de lleno, cargada de resolución y desahogada totalmente de ligaduras que ya el tiempo fué debilitando, quizá no está alguna bien preparada aun: le sucederá lo que al ciego a quien se oblígase a carrera vertíginosj: caería. Quítesele la nube que forman a su alrededor ignorancia, debilidad de carácter, preocupado ¦, rutina, y se verán la seguridad y la fuerza que es capaz de poner en sus pasos hacia adelante. Las fases de la evolución que faltan a ta vida femenina han de traerle ind^;pen- dencía relativa, ya que completa nadie puede conseguirla en socíedzd. H-iy que poner a la mujer sobre todo en condiciones de no aceptar marido sino por inclinación natural, por impulso afectivo libre de móviles interesados que aun hoy desvirtúan el matrimonio, dándole carácter de institución de refugio, de una especie de s^uro de vida. Ha de traerle libertad, no se entienda libertinaje. El último asidero a qíie se agarran, para negársela, los hombres refractarios a las conquistas del feminismo y - 25 -