CORREO GALLEGO DIARIO MONÁRQUIC PRECIOS DE SUSCRIPCION El Ferrol: un mes, 1 peaeta.— Prorlnolas: tres meses, 4'BO pasetas.— Ultramar: seis meses, 15 pesetas.— Extranjero: un año, 30 pesetas. Eelacolón 7 Administración: Seal 139 y 141.— Corresponsal en París para anuncios y reclamos: Mr. A. Lorette, 64 me Caumartín. EL FERROL Lunes 5 de Septiembre de 1898 ANUNCIOS La línea de una columna, ó hueco de ella, en la cuarta plana Z cts. de peseta; en la 3.a 10 id. id.-— Los de una sola inserción aumentan el 50 por 100. — Los no suscriptores pagarán doble.— Por cada inserción se pagará, además , el impuesto del timbre móvil de i 5 cénts.— Pago adelantado. Vvcmo.Sr.n- Manuel Motor lo nombre, distinguido paisano V viene á ser desde hoy la enseña nUeStr0mo lan 011aufcos militan aquí en las qtie ^ los amantes de nuestro pueblo. dlaS tes de ahora érais digno de tal dis- ,n.b antes de ahor ^tributo de su cariño y de su respeto; antes P803^^ realidad han menester de su zar3e t0 oportuno, desazón oonvenien^omento y sazóa traídos por la fuerza ^ ma de las circunstancias, ajenas á la ^ ona, pero constitutivas del ambiente ^iaUan necesitado de proporción adeS0Cda en sus elementos para la vida civil, CUa 0 el aire ambiente sus constituti^360308 para la vida de los seres organizados. ahora Ferrol os debía cariño y de i ahora había puesto en vos su lento; pero las ideas para cristali- No es llegado el momento de sacar de las urnas triunfante vuestro nombre; eso hará el distrito del Ferrol cuando el caso llegue. Mas esta ciudad ansiosa de confiaros su causa y de tener en vos al intérprete fiel de sus legítimos deseos, se adelanta á pro • clamaros su paladín, y á cifrar en vos sus esperanzas de redención y de más próspera fortuna. A la vez que llega á vuestras manos el mensaje que tales aspiraciones os-haoe conocer, os eleva las de todo este vuestro pueblo, de una manera pública y lemne, EL OORREO G-ALLE&O. HÜIB. 6.836 so- EULATE En El Imparcial, de Méjico, encontramos los siguientes interesantes pormenores, relativos al bravo malino ferrolano, | Sr. Enlate; detalles qué creemos leerán no sin emoción nuestros lectores. Dice así: «De entre los marinos españoles, prisioneros después del desastre que sufrió la escuadra de Cervera frente á las costas meridionales de Cuba, ninguno ha llamado la atención, después del almirante, como el capitán D. Antonio Enlate, comandante último del crucero acorazado i Vizcaya. Acaso fué de los que lucharon con más ardor en la desesperada y heroica tenta- soñaU^ el Vérmino'de'ias I Pf romper su encierro en la mañana 3 del d de Julio. Acaso en la cubierta de su Largo fué el período de gestación á que en el cerebro de nuestro pueblo— convertido en laboratorio de estériles ensayos y de fanestas pruebas— estuvo sometida la concepción y desenvolvimiento de su finalidad é intereses más caros. Ocupáronlo espejismos múltiples, ficciones engañosas en todas las cuales proclamábase ol invento de la piedra filosofal con la que más locas ansias y la satisfacción de las más desequilibradas aspiraciones; solicitáronlo todas las vanidades de abajo, todas las dictaduras de arriba, todos los atreTimientos del descocado caciquismo; y así el alma del pueblo unas veces extraviada, otras esclava sin voluntad propia, no fué dueña de sí misma, fuera de algunos pasajeros, lúcidos intervalos durante los cuales discurrió con ánimo sereno y con conocimiento exacto de hombres y de cosas. Penosa fué la prueba, pesado el madero de sus propias culpas donde la enclavaron con agudos hierros falsos Arístides, mentidos Pisistratos y vanidosos Mecenas. Al cabo, persuadida por lecciones de dura experiencia, resolvió con decisión irresistible sacudir tan extraño yugo, y dando con retortas, alambiques y envaidores de quintas esencias en medio del arroyo, volvió á ser señora de sus destinos y capaz de reflexión madura y acertado juicio. De ese juicio y de esa reflexión nació el ' nombre de Villaamil: era el iris de paz, después de la tormenta; un rayo de luz que desgarraba los espesos nubarrones en cuyos senos plomizos tantas veces se había forjado el rayo y estallado el trueno. Vuestro nombre estaba también en fuellas regiones del juicio sereno, acariñado con risueños nimbos de tranquila aurora> mas aun los ecos lejanos de la bo"asca repercutían en las lejanías del horizonte, y no era entonces prudente hacerw pasto de la contradicción. Los inescrustables designios de la Proeucia acortaron los caminos; ella quiso ^e Jásemos con todos los caracteres ^ Calidad present©!l@.^ne ayer juzgábafeJ3 como venidero; y que el nombre del rolano ilustre, del varón sabio y mo- todo cede; nada puede resistir á los brazos heróicos guiados por una creación ardiente. Europa inclina la cabeza, y la misma naturaleza se ve obligada á revelarla sus secretos». Así define aquella España el insigne Oliveira Martins. Eso fuimos; nadie jia sido más que nosotros; no son tanto aún los Estados Unidos y acaso no lleguen á serlo. Peleaba el mundo entero contra nosotros, y nosotros solos les hacíamos frente y le humillábamos. De 1520 á 1580 vencíamos á los franceses en Pavía, San Quintín y Q-ravelinas, á los alemanes en Muhlberg; á los flamencos en Q-eming, Mons, Mook y Gembloux; á los turcos en | cargo al fondo de prendas mayores Lepante; á los mejicanos en Otumba; á | pantalones serán de masita, 8.° Lo buque las escenas de sangre y exterminio fueron más espantosas, y por eso el bravo marino es de los que sienten más la derrota. Indiferente por las heridas que recibió, que fueron tres, no se ha preocupado por su curación y parece que sólo tiene presentes las escenas que presenció en los momentos de irse á pique en medio de las llamas, su querido buque. «¡Peleamos^ peleamos con desesperación! — exclama. — Muchos de mis marinos perecieron. ¡Qué horrible es pensarlo! ¡Mi corazón se contrista cuando me acuerdo de mis valientes muchachos! Y su recuerdo no se aparta de mi imaginación: de noche, de día, siempre los tengo delante de mis ojos... ¡Pobres de mis valientes muchachos! Islo quisiera volver ahora á España; sería horrible... ¡Las madres... las madres... las viudas... los hermanos... sería horrible...!» Y expresándose de ese modo, es difícil sacar de su ensimismamiento al capitán Eulate. i* * I Vn L ^ rnari110 prestigioso y respetado, band ^ n0Dlt3re' en viniese á ser la koh eia^a30 cuyos pliegues se cobijasen C)ca'3büen03líij, ¡os del Ferrol y su co- 0c en sazón, será gustoso á Cofruto l^bl^118 U0 ^e ^^k^3 solicitado, vuestro Va^ v03 so^0ita; pobre abogado el que en busca de clientes! Erróla •ra pe y carino, júntanse en vues- Caract 30.Ila.^ac* en feliz conjunción las ^Í9u6ri3tlCa3 qU9 debe teiier aquel á Slliiiit^reStr0 puebl0 C01lfíe la procura de tti eses, obrero n 8ab(íCu 0 03 respeta y quiere, porque yiaborÍQg aináÍS alL traba.lador durado &l n 0' ^p^^ute, el industrial, el hijo del ^ c*¿t)9 qU-enea abusarotl los Polític03 c^fec^nano, acogen vuestro nombre l^n/M?1^ ^hesión, como garantía de per- encara- Una circunstancia, insignificante al parecer, ha venido como á aumentar la tristeza y la obsesión del prisionero. Hace poco recibió una visita del almirante Me Naiz, en la biblioteca de la Escuela Naval, que sirve de prisión y alojamiento á todos los oficiales españoles. Allí existe la copia de un cuadro que representa á Napoleón en el infierno. El artista ha representado al capitán del siglo envuelto en llamas espantosas, y rodeado de mujeres de todas edades, madres, esposas, hermanos ó hijos de los que perecieron en las guerras del Consulado y del Imperio. En actitud de furias esas mujeres le presentan al Emperador miembros destrozados, como pidiéndole cuenta de las vidas que segó en su ambición de conquistar el mundo. La vista de esa pintura ha sacudido el ánimo ya excitado del capitán Eulate. Lo contempló de hito en hito, clavó en él sus grandes ojos negros, y levantó al cielo las manos temblorosas; era aquello como una reproducción de las escenas que forman su eterna pesadilla. * * * Por lo demás, el Sr. Eulate, lleva una vida tranquila; oye diariamente misa en la pequeña capilla católica d3 Annapolis; se encierra silenciosamente en su retiro: y cuando habla alguna vez, habla con algún extraño. Dice con voz conmovida, «El capitán Evans me devolvió mi espada dicióndome, tomadla; habéis peleado como un valiente, y merecéis llevarla.» ¡Pobres de mis bravos marinos! ¡Pobre de mi querido Vizcaya! Los he perdido para siempre.» La España de Felipe II. los peruanos en Oajamarca y Cuzco; á in gloses y franceses juntos en las Terceras, i Y no era nuestra única fuerza la de las | armas. Inaugurábamos el estudio y exploración de las tierras nueras, dando á conocer sus extraños productos minerales, vegetales y animales. Mientras Fernández de Oviedo, Acosta, Fray Bernardo García, Antonio Vill asante, Fernández de Enciso, Alvarez Chanca y otros infini tos estudiaban la fauna, la flora, la mineralogía, la antropología, la geograíía y la historia del Continente americano, el portugués G-arcía da Horta anticipábase á todos los médicos del mundo en el conocimiento del cólera morbo y en la «descripción de los simples, drogas y cosas medicinales de la India;» Alfonso de Alburquerque concebía el proyecto de unir el mar Rojo al Mediterrlneo, y Benito de Qoes cruzaba las inmensas mesetas asiáticas, hasta llegar moribundo á Pekín. Cuando hizo falta una doctrina religiosa que oponer á la de Lutero, para que de | la lucha entre ambas surgiese la fórmula | eclesiástica que había de guiar los pasos de la humanidad, la dió España por medio i de San Ignacio. Cuando fué preciso y ur- j gente reformar la Iglesia de Roma, España dió los principales reformadores en el concilio de Trento. Cuando los soberanos europeos, como Isabel de Inglaterra, se dedicaban personalmente á la trata de esclavos, los reyes de España, Isabel la Católica, Carlos I y Felipe II, prohibían bajo las más severas penas hacer esclavos en las Indias. Cuando nadie pensaba en catastros, diccionarios y mapas geográficos, dispuso Felipe II que se hiciesen los de España. Cuando nadie sospechaba la circulación de las aguas oceánicas las descubrieron los pilotos españoles, anticipándose cuatro siglos en su conocimiento al americano Maury. En suma, eramos los primeros en todo; no sólo en las armas, como oree el vülgo, singularmente el vulgo culto, el peor y el más ignorante de ios vulgos, porque ni siquiera sabe que no sabe nada. Hoy somos de los últimos. Aquella sociedad española, tan valiente, tan vigorosa y tan fecunda se agotó y se descompuso. Juntáronse á las causas materiales de la decadencia, tan potentes y tan desconocidas, las causas políticas y morales, en cuyo conocimiento tantas veces se ha extraviado la pasión sectaria. El español era grave, seco de carácter, reposado, animoso, algo socarrón, orgulloso y demasiado inclinado 'á la ostentación y á la vanidad. Ahora es ligero, nervioso, valiente, pero tocado de fanfarronería, irreflexivo y más vano que «antes. Desde que sirve para poco, le ha dado por reir. Habla más en broma que en serio. Adviértese la magnitud de la caída en la comparación de los hombres típicos de ambas épocas. Compare usted: Cisneros, el iniciador de la grandeza, y Sagasta; Martínez Campos, Blanco, Primo de Rivera y el duque de Alba, Farnesio y don Juan de Austria; D. Alvaro de Bazán y Beránger. Apagada la llama intelectual que ardía en nosotros, encendimos, con aceite importado del extranjero, una pobre candileja, á cuya mortecina luz hemos intentado remozarnos, poniéndonos lo más aprisa que hemos podido, instituciones nuevas para gobernarnos, ideao también nuevas para la ciencia, para la literatura, para la política, para el arte y para la indumentaria. Nos hemos vestido de pies á cabeza, y nos hubiéramos encontrado lo mismo que antes, á semejanza de la mona del cuento, si no nos hubiéramos encontrado peor. El traje nuevo no ajusta bien, y el viejo le hemos hecho cien pedazos. REPABAZ. llevar otras que las de la misma prenda pespunteadas, figurando el cierre con un botón de metal de tamaño pequono. Las hombreras serán de la misma tela, rectas, de 3 1^2 centímetros de ancho, terminadas en ángulo con un ojal y sujetas por un botón también pequeño. 4.0 Los sargentos y cabos llevarán las insignias sujetas por medio de imperdibles de alambre negro. 5,° El pantalón será de forma igual al reglamentario de paño en el Cuerpo, con franja azul también de hilo, de las mismas dimensiones que la encarnada, 6.° Se suprimen las fundas blancas del gorro actual. 7,° Las guerreras se eon-Jtruirán oon y los os seño¬ res jefes y oficiales podrán usar para guardias, oficinas y ejercicios el mismo uniforme con las insignias correspondientes en las mangan 9,° Se suprime para los mismos el uso del segundo tirante del sable, conservando en la vaina del mismo la abrazadera de metal sin anilla. I.0 Los señores jefes de los regimientos y batallones se servirán informar, pasados seis meses acero v de la duración que podrá se- objeto de litigio y cuya posesión se disputaba en el momento de acordarse la tregua ó el armisticio.» ^ Por consecuencia, la capitulación de Manila es nula y hay que considerarla como no efectuada. Cierto es que, durante la guerra,^ el derecho de gentes no ha producido impresión muy viva en el espíritu de los americanos. Lo han violado con tanta frecuencia, que causaría extrañeza si lo res• petasen una sola vez. Ademá?, no solamente parecen decididos á aprovecharse de una capitulación que debe ser considerada ^ como nula y no efectuada, porque se firmó después de la suspensión de hostilidades, sino que todavía tienen la audacia de sostener que la rendición de Manila les da derechos sobre todo el archipiélago de las Filipinas. Imposible nos parece que los comisionados americanos se obstinen en querer ignorar ó despreciar á los ojos del mundo el derecho internacional, qiie constituye, en realidad, el criterio de las naciones honradas, y que persistan en sostener una doctrina contraria á la que han admitido ñalarse para lo sucesivo á las referidas | los hombres de guerra, los hombres de prendas. — Lo digo á V. E. para su cono cimiento y cumplimiento en lo que se refiere á las reglas 6.a y 9.a.— Dios, etc.— Madrid 29 Agosto 189^..» Recompensas. Por las operaciones de guerra verificadas eu la isla de Cuba hasta fin de Septiembfe de 1897, so han otorgado las siguientes: Teniente coronel, D. Cristóbal Muñoz Fernández, cruz de segunda clase, roja, del Mérito Militar. Capitán, hoy comandante, D. Emilio López Lorenzo; capitán D. Luis Mesías Feijóo; tenientes D. Miguel Picallo Ruza yD, Justo Pérez Otero; alféreces D, José Rodríguez Membiela, D. José Vega Pintos, D. Antonio Calvino Herballer, don Angel Tinoco Q-onzález, D. Isidoro Salinas Villarico, D, Antonio Iravedra Iglesias, D. Calixto Pardo Mateos y D. Manuel Conzález Otero, la cruz de primera clase del Mérito Militar, con distintivo rojo. .a capitulación de Manila. y ei derecho internacional. SonalP3 ! üaréls escabal de i&le 3,ni Peldaños medros para que se Wol0^ SU3 eáP8-ldas los tiranuelos sin Use Yer8üenza- peyentes ven en vos al hombre de ático fMl<:reencias religiosas; loa doctos S>cw in. rdor de las letra3 y de la3 '^vL aborrecedor6s de las funestas La grandeza y la hermosura de aquella España de mediados del siglo XVI, llegan á parecemos maravillosas y casi sobrenaturales, contemplados desde el fondo del abismo, donde, mutilados y empequeñecidos, yacemos más muertos que vivos. «Católica y monárquica la constitución de España, toda española, estaba acabada. Rodeada por el Océano y por el Pirineo, la Península es un gigante en cuyo seno fermenta la vida; tiene los brazos vigorosos, la cabeza inflamada por el fuego divino, |el corazón henchido de INFANTERÍA DE n\lü\A Filiforme. En la Capitanía general del Departa' mentó, se recibió la siguiente Real orden «Exorno. Sr.: En vista de la imperiosa necesidad que se siente en los meses de verano, de adoptar para el servicio de guarnición en los Departamentos de Cádiz y Cartagena un uniforme que reúna condiciones higiénicas apropósito para la estación; S. M, el Rey (q. D. g.) y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha dignado disponer lo siguiente: 1.° Se declara reglamentario para las fuerzas de Infantería de Marina que guarnecen los Departamentos de Cádiz y Cartagena el ambiciones. Ocho siglos de meditación f traje de rayaiillo azul y blanco de hilo mostráronle claramente una fe que es pa- | para la estación de verano, 2,° Los piara ella la verdad eterna. Ocho siglos de | zos para usarlo lo señalarán las respecti- y de V,! f ndradoras de 0dios afric ^delGqsüe/oha militad coClíraiusoaideiosi ^onalismos. s rencores, al hombre o nunca en las inmora- ¡. guerra endur jeierom sus músculos y la I | acostumbraron al manejo délas armas. | | Ocho siglos de interna y dolorosa agita- | | ción la llenaron de ambiciones y de una | | sed abrasadora de dominio, de goces y de | • imperio. Siéntese fuerte y créese deposi- | | taria de la verdad.,. Ante la primera ex- \ ■ plosión de la fuerza y del genio español vas autoridades según lo más ó menos avanzado de la estación. 3,° La guerrera se cerrará por medio de una fila de siete botones de metal dorado con ancla; el cuello será recto sin sardinetas, de puntas cuadradas y se sujetará por medio de dobles corchetes al interior. Se prohibe el uso d© bocamangas azules, no debiendo El periódico de París Le Patrióte consagra un importante artículo á juzgar la cuestión de Filipinas, para demostrar que el pueblo norteamericano no puede alegar derecho alguno sobre aquel archipiélago, puesto que la rendición de Manila se efectuó después de suspendidas las hostilidades. Las razones y los precedentes que cita Le Patrio'e merecen ser conocidos. Dice así el articulo: «Los Estados Unidos, que habían hecho alarde de moderación en las cláusulas preliminares del tratado de paz que imponen á España, incapaz de sostener por más tiempo una lucha desigual, están dispues tos á indemnizarse de su aparente generosidad por una interpretación ultra-leonina del protocolo que ha puesto término á las hostilidades. Sábese que el general Augastí, falto de municiones y de víveres, salió de Manila el 12 de Agosto, fecha en que se firmó el protocolo de paz en Washington. Al día siguiente, 13, antes de que la noticia del armisticio fuese conocida, el nuevo co mandante en jefe de las tropas que defen dían á Manila capituló, después de un ataque de los americanos, combinado por mar y tierra. Parece que las preacripoiones más elementales de la buena fe deberían obligar al Q-obierno délos Estados Unidos á no aprovecharse de una capitulación que no se habría firmado si los dos jefes de los ejércitos beligerantes en Manila hubiesen tenido inmediatamente conocimiento del armisticio. Hechos de esta naturaleza no eran extraños en las guerras de los tiempos antiguos, en época en (jue las comunicaciones eran lentas y difíciles. Los plenipotenciarios que representaron á la Gran Bretaña en el Congreso de Viena ignoraban que la isla de Java había caído en poder de los ingleses después de la suspensión de las hostilidades; esta noticia les fué trasmitida algunos días antes de firmarse el Tratado definitivo; pero ellos no pensaron siquiera en aprovecharse de aquel incidente, y la más hermosa de las colonias holandesas fué devuelta, sin la menor dificultad, á sus antiguos poseedores. Podríamos citar varios textos de derecho internacional que son ley en materia diplomática. Todos están de acuerdo en que ningún acto de guerra puede reali zarse después de un armisticio, y que se deberá considerar como nulos y no efectuados los actos hostiles cometidos después de ulti mar se él convenio. _ Nos limitaremos á citar una obra ame rioana de Mr. David Dudley, antiguo miembro del Congreso de los Estados Unidos. «A menos — dice Dudley— de que los términos de una tregua ó armisticio no indiquen una intención dif árente, se aplicarán las siguientes reglas: l,a El convenio produce sus efectos desde el instante en que ha sido ultimado. . 2.a Ninguna de ías dos partes puede, en el término de su duración, ejecutar acto alguno perjudicial á la otra parte. 3.a ...todo debe permanecer en el mismo estado eu que se hallaba en las plazas Estado y los jurisconsultos más eminentes. La falta de notificación no podría ser invocada, pues, según los mismos autores, si resultase de la negligencia de una de las partes, la otra tendría derecho á una indemnización, de lo cual no se trata en este caso. Pero, evidentemente, el honor militar y la buena fe exigen que el acto realizado por ignoranoia de los convenios anteriores sea reparado, que el protocolo firmado la víspera sea ejecutado y que la capitulación de Manila quede nula. Para arrancar á España este último girón de su imperio colonial, el Q-obieruo de Washington se apoya en dos causas auxiliares, cuyo concurso le parece seguro. Está fuera de duda que si una insurrección carlista estallase antes de firmarse el Tratado de paz, tendría como consecuencia el despojar de toda autoridad moral á los plenipotenciarios españoles, que no representarían más que á un Q-obierno expuesto á ser destituido de un día á otro, y pronto se verían reducidos á tener que añadir una capitulación diplomática á las precedentes capitulaciones militares. A falta de una gnei ra civil que á poca costa podría estallar en un país ya maltrecho por la guerra exterior, Mr. MacKinley cuenta con las complicaciones que no tardarían en surgir en las cuestiones del Extremo Oriente, y en las cuales sus buenos amigos los ingleses se esfuerzan en comprometerlo. El Gabinete británico, que ha impedido á Europa salvar á España, trabaja ya en el sentido de poner obstáculo á toda intervención diplomática que tienda á la conservación de Filipinas por España. Una alianza ofensiva y defensiva de los Estados Unidos con Inglaterra sería el precio de su interesado concurso. Queda por saber si los americanos, hombres prácticos y gente que ve las cosas con claridad, comprenderán que esto sería pagar un poco caros los buenos oficios de la pérfida Albión, ayudando á sostener una guerra contra toda Europa coaligada en los mares déla China, únicamente para favorecer los intereses británicos, y si no juzgarán más prudente conservar una estricta neutralidad. No creemos á los americanos tan inocentes que vayan á sacar las castañas del fuego, á fin de que los ingleses se las coman luego tranquilamente. D'ALBERTI.» Información regional. Hoy saldrá de la Coruña para Mondaríz el alcalde señor Casares, quedando encargado de la Alcaldía el primer teniente de alcalde Sr. Ramírez. —Es verdaderamente digno de alabanza el rasgo de caridad realizado por la señorita doña Ernestina M. de Martínez residente en Buenos Aires. ' El importe del regalo que el día de su fiesta onomástica había de recibir como obsequio de su esposo, y que consiste en ¿.oüO pesetas, lo ha dedicado íntegro pa. ra distribuir entre los heridos de la guerra pertenecientes al Ayuntamiento de Ribadeo, de donde es natural. —La cosecha de la vid en Betanzos se presenta bastante bien, esperándose que dada la sequía que se deja sentir, la calidad del mosto será mejor que en los últimos años, -Dicen de Cambre que días pasados estuvo allí un ingeniero agrónomo con el encargo de arrendar, en nombre de la Compañía Tabacalera, los terrenos necesarios para hacer experiencias en grande escala del cultivo del tabaco, experiencias que^ probablemente se harán á la vez en algún punto más de la provincia. —En el tren correo salió ei viernes do la Coruña para Madrid, el redactor del HeraUo de Madrid, D. Adolfo GK Rodrigo pa^rM^r'"13 ma~ ^ Se dirigirá á Villagarcía con objeto de Pgaruna^emporada con los duqM I rnñ^B!1!36 }T algunos días enlaCoruna el diputado provincial de Orense | D- J-SatlJaboada G-onzález. ' h^nl teVeJdr'1se ha Publicado un ! bando recomendando á los vecinos la eco• norma en el consumo del agua de las — Dentro de pocos días llegará á Galicia el luio de un millonario famoso en ei