Año XV. — 2.* ópoca Viernes 12 de Marzo de 1897 Núm. 3.229 UT.CK S ¡;S Sl'SCtl.CION ü^r.un ma 1 pl )':«M, liimi'sire. ... 1 • l.'llrnnmr, '.riineRlrf. . ¡'¿'¿'i i P-tMísI, (rimt'Sire. . 6';V0 > i '.xlf.i njctc. •ruiLieiiga apirieuciá de verdad un levantamiento carlista. > Ellos vienen desde mucltos'años liablaado de su ejército y anu-imEaodo derribar cod éí la ¡egnliiiad vigente, por la faerza do las armas. ¿Oúmo esirafiar qna haya quieu les coja Ib palabra y IcvaiiEc una pnrtidn con uorabrii de D. Úárlos? JSi liecln serí, en lal cago, verosímil, porque no ca la primera vez quu lo* carlistas su subkv.in micoiraa la nacida oslil o;U' peftida eu guerras coílosíaimus; y quien liaco un cc-elo, hace cioulo. Y la vorosimililud del caso sonl totiavía miiyur, si la parlid» que a; UvautA coincide coa atiíouloa lan bolicosoj y fiiribiindcs como loa rcciüutomealc publicados o» los periódicos carlisias por loa Srcs. Octiz de Zárace y Mella. A nadie se leocucritA decir, pov ojemplo, que los facciosos de Teruel eoti -musiUvianes; porque jamás h* habido en España moderna oioguu partido ni oinguna amanazi de uo alzamienVO nnunlaiái). dird quo son reptiblicanos, ó. que son carüsias; porque anos y atvba-lW pertar-bido el órdeo, ameaaaau perturbarlo uue■v uniente, y quien tanlo amúoaKa, biou pnode pegar alguna vez. Véase, pues, cómo aun on oI: supueslo do quo fuese sólo debida A manejos filibusteros la partida que coíi apariencias de carlista te ba levantado en armas, de ello tienen principal culpo ios jiiks del carüsmb qiió li fuerza de amen ir coa ua alzamiento, han acabado por hacer crcor eu Él. v xa También alcanza ú, esos bombees igual rcspOQBub'ilidad en el supueaLo de que, siendo rcalinculB carlistas ios snblevudoi, sa btiyün lu(]/,;idu á ir uiontailii bíu el Cursenlioiieiuo y duu contra la voluutad do sus jefes. ¿Qn¿ dijuroQ íi no los mismos pcríódious y diputados carlistas al comcutar los atenlados dal anarquismo? Que la culpa no era sólo do los dmamitorud, sino Umbien y muy principalmente do, los que con su propaganda llenan ti aquéllos Uo odio contra la sociedad. Del mismo modo, aplicando este lógico raciocinio, debemos dcdncir que los calpables del levantamiooto de una partido en Teruel, uo íOu sólo loa iiidividuca que la forman, sitio les que un día y otro día han' vccüo ¡ofitsmándoiea la sangro oon acuaacioucs tremendas contra el régimon' actual, l>r)i,iudolo como cuujanto las dissdichtis de España, mientras por o.ro lado presautabin & D. Oárlos como ai único salvador del país. ¿Qué b?u de bacor los ¡afoliccs fauulizudos por tan sugostmi propagandas, siuo lanzarse al 03. tapo en ua arranque irreflexivo para destruir cuanto antes lo quo ies han pintado Como causa del présenle malestar y suslilnirlo por ti prometido redentor do la nación española? Extrañarse de esto, aun cuando contraríe las órdenes frUmcuie calculadas de los propagandisUis, 65 Can absatdo como entrañar que después de sembrar vientos so recojan tempestades. La masa del partido carlista.es — valga la comparación — semejante ¿ un caballo Á quien el ginetc (lea so lus directores) azuza coustuntcmuuU con la espuela, mieauis coa el freno y las riendas, lo detiene. £1 juego puede salir bien durante algún tiempo; mas si se prolouga demasiado y el pouo sv cuardece, ¿qiti¿u im[icditi quu sa lauco debocado & U CbiTora? Hó ahí, cómo de ser realmenlc carlistas los sediciosos de Aragón, aun cuando Be bnysn sublevado cooua la voinnlad do los j'efej, sólo éstos tienen la culpa de que, por habi-rlos espoleado con exceso, so hayan desbocado. Por úllimo, aun proacindicndo de si son blancos ó rojos, ó BÍmplemoute pinlarrajoudos por la mano oculta del filibuslerismo, los sublevados en cuestión, es siempre bochornoso que Espaüa so» una de las p0' cas, quizás la única nación europea que á fines del siglo XIX tenga que estar todavía uou el oterco lemor de «na guerra dináalica ó do una rovoluciún comra la forma de Gobierno vigente. Mientras las dcraiii naciones consagran sus fuerzas & H expansión colonial, al desarrollo do su poderlo militar y de sus fuentes do riqueza, la triste España, desangrada y empobrecida por cuatro guerras civiles y cieu estdriles revoluciones, ha do gastar la mitad de sus energías en evitar que tales calamidades su reproduzcan. ¿Uo basla íi D. Cárlos para colmaran ambición ¡a sangre derramada por su causa? Oon olla podría licuar un extenso lago para ciuciindar sn palacio de Lorodán; y sólo con los crinóos do las víctimas de U última guerra civi!, podría erigir una columna más alta que el Hí malaya. ¿Vale uo hombre— aun en el negado eupnesto de que fuera nu prodigio— Unías vidos liumanas? ¿Es cristiano ni humanitario siquiera persistir eu una lucha hasta altora uo fivorícidu por Dios en cuatro diversas oca' siones y última mente prohibida on varias EucfcÜoas por sn mis alio Itcpre3.mliit.to ou la tierra?» El Isnsaje de Mac-Kinley El Globo publicó la siguiente carta dei Sr. Koret: - «Sr. Conde de Romanones MÍ querido amigo: Me pidió V. el otro dio mi opinión sobre el discurso con quo inaiigutaba su ptesideneia Mr. Mao-Iímley, y yo ofroel ti V. dársela cuándo lo conociera on extenso. La prensa extranjera . llegada ayer á Madrid me lia permitido leerlo con el enficionlo detallo para poder cumplir mi compromiso, -y allá va mi aprooiación, de la cual queda V. autorizado á hacer el uso que eslime más conveniente. Empezaré diciendo que ' el discurso me parece oxceleute y el que mejor cuadra on los momentos actuales á los intereses y á la dignidad de España. Y como la aprociaciúo pudiera pnrecorio algo lorminante, voy á darle Jas razones eu qus la fundo. En primor lugar, ol discurso uo puedo s preciarse, ni seria racional hacerle, dosde nuestros puntoa de vista purticolares, por la sencilla rasón do que so ha hecho y pensado para el pucb o americano, paru la atmósfera en que ha de escucharse y para !a situación polfticay nacional quo mu me y rapresenta. '£. desdo estoj punios du visia examinado el riguroso silencio que mister Mac-Kinloy ha'gnardada sobre Guba.uo puedo ser ni rads oxpresivo uí más claro. Tenga V. eu cuenta que uo so trata de una cuestión nueva ó que surge ahora por vez primera en !a polllica Dmericana; por el contrario, viene desde hace tiempo plan. teeda;qne la mayoría del Senado, mayoría repnblicaca como el nuevo presidenle, acaba de lomar una resolución verdadoramento hostil á un es! ros ioteresea é inspirada cu el más exagerado jingo¡smo;'y que por todos los medio* posibles se ha procurado caldenr !a atmó.-íera, excitar los doimos, pasar Bobro Mac-Kinloy y colocar ante sus ojo), do modo que no pudiera negó rao i verla, la situación de Cuba. Pues con todo eslo el presidente do le hace la menor alusión; di ría se que para él no existe, y por si alguien lo dudara, subraya y explica sn silencio con Ins siguientes tcrminaotes palabras: (Nosotros hemos preconizado siempre la política de no intervención en las asuntos de Jos Gobiernos ex(ran joros, sAbiamento inaugurada por Washington, contentándonos con dejarles arreglar tranqailamenlo sns peculiares negocios domésticos.» Y ó yo no recuerdo lo qae con tanta repetición han dicho los rcprcsenlautes del Gobierno español, ó osa frase responde de mudo acabado y completo i. las aspiraciones del pueblo español. Sé que á personas de gran autoridad les llamaron la atención las palabras con qus & continuación expresa Mr. Mae 'Km ley la energía con que se propone maoleoer los derechos do tos ciudadanos; pero haciendo justicia á su sagacidad, cúmpleme decir que, á mi juicio, esas palabras que el telégrafo transmitió iucorreclameute, carecen, dentro del discurso, de la significación que pudo atribuírselas, uo siendo sino un contrapeso do la teoría de la mo iutcrvaaoióu,» hasta tranquilizar ó los que pudieran ver en aquollas palabras olvido de la obligación ineludible en todo Gobierno de proteger á sus subditos. Hétas aquí: »Por eso rae proppngo seguir una política exíeripr firmo y digna, al par que jnata é imparcial , celosa del bonor nacional y alenta siempro tA sostener los doreebos lógales de los ciudadanos americanos, donde quiera que residan.» Basta la lectura de estas palabras dentro del sencillo párrafo en qne figuran para jo jtificar mi aserto. Pero hay máa, y eslo me parece itnportanlíaimo: el tono general del discurso, au propósito manifiesto, su objeto único, patento aun para el lector ménos avisado, constante desde el principio al Sn, por lo cual todos los términos de] discurso se enlazan perfectamente, y quo se repiten en todos los tonos, de todas I^s maneras y bajo todos los aspeólos posibles, es. la paz y la tranquilidad interior de la gran república: la terminación déla era de perturbaciones mercantiles que la ban agitado, el sostenimieuLo do su crédiwi la estabilidad de los cambios, el desarrollo de todos los intereses económicos, las economías si son procieo y en ningún caso el aumentar los gasto í. Así lo afirma y en ésas ideas se inspira. Busque olí ora el espíritu más suspicaz y reoeloso algo que dentro de este cuadro no suponga reservas ó propósitos encubiertos. Cnanto más busque, más clara verá la desautorización de! jingoismó, la resnelta negativa á dar alientos & las áventnras políticas, ó do In* poHiicas seutiineuiales; la resolución de resistir á las tendencias agresivas últimamente manifestadas por el Congreso, y por oso cabe afirmar resaeltsmente que el silencio respecto á Cuba es, en las circunstancias en. que se ha pronunciado ese discurso, la condenación explícita do cuanto h'tk herido ó molestado nuestra dig - uidad en estos úüiuios tiempos. ' En eso,' én las insolentes teorías expuestas en las Cámaras y en lá prensa ñlibua.sra, pensaba sin duda el prejideote cuando concluye e! párrafo antes citado dicien lo: «Los Eslsdos-Uuidos no quieren guerras de conquista / procurarán siempre eviiar hasla ia tentación de agresión terrltjrial. A ta guerra no llegarán jamás mientras quede á su alcance algún medio do conservar la paz: esta es siempre preferible á ia guerra, cualquiera que sea el aspecto eu que la guerra se preatnte.t t Y como oomprobaoién de osa «oble pensamíinto y prueba clocuenifsima da la sinceridad do sus propósitos,. Mr. Mac Kioley proclama eu seguida las exoolonoias del tratado do arbitraje oonoluido con Inglaterra, al cual han mostrado no aecaaa hostilidad sus amigos íoj senadores república - nos, reconteiiii lindóle con calor su aprobación, no sólo en nombre de las ventajas que puede ofrecer á su piís, sino eu nombre de los grandos intereses de la humanidad, calificando de afonniiado clhochode ser los Estados-Unidos losque han lomado la mícialivH on la hermosa obra de impedir por ol arbitraje la guei ra entre las'náciqoes. Por último, mi querido amigo, recn'erde V. los nombres de ios ainiatrj ■ que forman o! G abio ele del nuevo prosidauie, y verá que, con eícepción de ¿Ir. Sliermao, de quien ya me he ocupado lo bastante para que ao aprecie su siguiGoacióu, lodos signiiiciiu la garaulia do uua presidencia confagrada á la economía, á la paz, á la : tranquilidad dpmdstica y, sobre todo y por en • cima de todo, al desarro'.lo de los negocios, de la riquez» y de la industria. Mr. Gage, el ministro de Hacienda, banquero respetable y hombre ajeno á la política, ba dado público testimonio de na llevar otra misión al Gabinete, y de enlrar en él pira complirla. ! ' : Y hasta el último nombramiento^ el de Mr. Cornelio Biiss par* el ministerio del Interior, por ser laso de unión entre las dos fracciones republicanas dei Estado de Niteva-York, y por daí á sií vez ñ'éae Estado, esencialmente mercanlil, ' representación on el Gabinete, á última hora concedida, concurre á dar clarísimo testimonio de lo que significa, representa y quiere ser Mr.' Mac-Iíiuley. No es preciso citar más nombres, ni tampoco hacer más consideraciones. Sobran los razonamientos para hacer completamente esta conviccíóu mía, qne espero cotapartirá V,, y qne en todo caso le envío para cumplir mi compromiso. Si ahora nuestro Gobierno no aprovecha las circunstaocias; si, como hace un año, pierde la ocasión, quo entonces le ofreció Mr. Cleveland, preciso será repelí r ia vulgar, pero exaciUiraa frase gtwif Dais vuU perderé priits dementat.